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Estás en la cama, una enfermera te toma de la mano y dice que vas bien. La dilatación es dolorosa, respiras, aprietas los puños, cuentas hasta diez. Pujas, cierras los ojos, te animan, el cuerpo secuestrado, susurras. “Levanta la barbilla”, “más fuerte”, “fuerte cariño”, “sigue”, “ya vas”. Gritas. Aguantas, pujas de nuevo. Empujas, levantas la cabeza, usas todo tu cuerpo, parece que vas a morir. “Empuja, empuja”, “más largo”, “lo haces fenomenal”. “Muy bien”. Duele, sientes los huesos como torniquetes, se te acaba el aliento y a punto de rendirte asoma una cabeza en medio de tus piernas. El primer hijo, un llanto desolador que los une para siempre. Aunque quizás tú no lo quieras. Al mismo tiempo, nace otra fuerza, una energía que brota de tus lágrimas y del dolor. Algo sin forma o imagen, pero es una presencia a la que temes.  Miras a esa pequeña bola de carne que parece humana, te preguntas con todas las dudas por su futuro. El hombre entra con una sonrisa, carga a su hijo y te da un

Una piedra con un corazón vivo

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Estimado público hoy, la máquina del tiempo nos lleva a conocer a Erandi, una azteca que vivió los tiempos de sacrificio y caza. Nuestro traductor ya está listo y que la batería suene fuerte. Ayúdenme a contar: 4, 3, 2, 1… La máquina del tiempo se enciende, los espectadores se mantienen callados, pero emocionados y el conductor les cierra un ojo. Se abren las compuertas del aparato hecho hace cincuenta años, odiado por los conservadores; los hombres se tapan los ojos cuando sale una mujer adolorida con los pechos descubiertos y una breve tela le tapa las nalgas y la vagina. Una modelo le entrega una blusa y le ayuda a colocarla. Erandi solo la mira con curiosidad, demasiado delgada para su gusto. El conductor empieza la entrevista hablan sobre su oficio por la medicina, el amor a sus ancestros, la raíz de sus maestros y su amor por Flor de Tierra. ––Su piel era como la noche, ella era el amor de mi vida. Nos trataban con respeto y dignidad. Podíamos besarnos debajo de l