Los peces
Julia y Esteban se besan con pasión en los
labios, acarician las manos, sujetan el
cabello, él aprieta las nalgas desnudas contra su cadera, ella muerde el
cuello, rasguña la espalda, abre las piernas. Sus miembros se acercaron para olvidar toda unión de sangre y crear la de la carne con el mundo. Cuando despiertan del sueño, madre
e hijo contemplan sus coletas de escamas dentro una piscina enorme. Zeus la impuso una noche que estaba despierto. La mansión sigue de pie en algún lugar de Sonora.