Lucidez

No tengo nombre, pero sé que soy mujer lo que hay entre mis piernas me lo recuerda siempre que estoy a punto de olvidarlo y digo que no tengo nombre porque me llaman por mis apellidos para hacer referencia a cuál de mis progenitores me parezco más, también soy adoptada aunque ellos digan que no. Lo sé cuando murmuran despacio y llega a mis oídos como un soplo del viento pronto me descubren detrás de la puerta y me dicen Sal de ahí, no te escondas justo cuando estoy a punto de abrir la boca se voltean y hablan en voz alta como si no estuviera. Ya es demasiado tarde, porque ya sé que se quejan de mi ausencia, pero...... Me tratan como una adoptada. Mejor cruzo la sala sin despedirme y me largo antes de que se den cuenta. Camino por la calle todo el día porque allí es donde se aprende, allí está la verdadera educación y trato de leer los pensamientos de cada persona que pasa a mí lado, sólo siento un frío, el mismo que sentí cuando me bautizaron y las gotas salpicaron mi frente y el resto de mi cabeza. A esto también aprendí amar. Creo que ese día, sí ese día, el de mi bautizo el sacerdote con la mirada dura me dijo que mi alma gemela se había fragmentado en el vientre de su madre, esto lo comprendí cincuenta años después cuando me quedé ciega y volví a no tener nombre, eso pasaría en un futuro. El psiquiatra dice que soy maniaco depresiva yo le digo que soy receptora y trato de decirle con el silencio que él tampoco tiene nombre, creo que el no será ciego, pero sí es sordo. Ésta es la onceava vez que trato de tirarme del puente, las pastillas sólo atrasan lo inevitable. Aunque ésta vez fue diferente, no me detuvo un nuevo pensamiento, ni el latir desesperado de mi corazón, ni la pesadez de mis piernas al querer saltar, sino fue una promesa. Ayer la hice, a mi primo Miguel tiene nueve años, fue en casa de mi tía a la hora de la comida iba entrar a su cuarto para buscar la foto de mis padres cuando eran jóvenes quería saber sí era adoptada. Cuando abrí la puerta allí estaba él con el vestido puesto de su madre y las zapatillas rojas delante del espejo, él lanzó un respiro agitado, yo una mirada cruel, bajé la cabeza con más vergüenza de la que él pudo ver sentido al descubrir que yo sabía su secreto. Mi vergüenza radicaba en que no era mejor que ellos porque lo miré sin mirar y cerré la puerta. Ya no tuve que mirar las fotos sí era su hija. Todos comimos en silencio como era costumbre en casa de mi tía, mi primo no me miró ni por un momento. Al terminar mi primo se acerco a su padre y le dijo que quería ver la película del momento que presentaba un musical, pero mi tío le dijo delante de todos que no era de hombres y que además se había dado cuenta de que era casi una mujercita y el había tenido un macho. Mi primo se fue llorando y se encerró en su cuarto, ante la inmovilidad de todos arranque una nota de mi cuaderno y le escribí Yo te llevo a ver la película y cuantos musicales quieras ver, paso por ti mañana será nuestro secreto. Metí la nota por la rendija de la puerta de su cuarto. En ese momento, recupere mi nombre.

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