La ausencia de la mano

El búho mucho tiempo estuvo rezongando en los camiones y en los taxis, su mala fortuna. Viajo al norte y al sur, al este y oeste, se encontró en Marte, fue a las cordilleras, subió a los elevadores más avanzados. Se matrimonio nueve veces y las nueve veces su mujer lo traicionó. El búho nada complacido se aventó a un manantial, pero con su mala suerte eso solo logró llenarlo de sed. El pobre búho ya no sabía que hacer se había roto la cabeza, el corazón y las nalgas de pilón. Hasta que una noche Don Quijote de la Mancha se le apareció sobre Rocinante y le señaló un cuadro pintado en acuarela, el búho voló hacia él. Pronto emocionado se encontró con un árbol lleno de frutas secas y puso ha descansar todos sus pensamientos. Desde ese día el búho habla desde el cuadro de acuarela e incita a pintar en un espacio blanco, se encierra dentro de la luz.


Yo quería hablar sobre lo bueno de encontrar un árbol que sostenga los pensamientos y terminé hablando de algo muy diferente. Pero que bien se siente encontrar ese árbol... y que mal se siente escribir desde una máquina que no es de uno.

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