Una piedra con un corazón vivo


Estimado público hoy, la máquina del tiempo nos lleva a conocer a Erandi, una azteca que vivió los tiempos de sacrificio y caza. Nuestro traductor ya está listo y que la batería suene fuerte. Ayúdenme a contar: 4, 3, 2, 1…



La máquina del tiempo se enciende, los espectadores se mantienen callados, pero emocionados y el conductor les cierra un ojo. Se abren las compuertas del aparato hecho hace cincuenta años, odiado por los conservadores; los hombres se tapan los ojos cuando sale una mujer adolorida con los pechos descubiertos y una breve tela le tapa las nalgas y la vagina. Una modelo le entrega una blusa y le ayuda a colocarla. Erandi solo la mira con curiosidad, demasiado delgada para su gusto. El conductor empieza la entrevista hablan sobre su oficio por la medicina, el amor a sus ancestros, la raíz de sus maestros y su amor por Flor de Tierra.



––Su piel era como la noche, ella era el amor de mi vida. Nos trataban con respeto y dignidad. Podíamos besarnos debajo de los árboles y deseábamos mirar a los hombres bañarse mientras reíamos a carcajadas.

Los sacrificios los presenciábamos desde atrás porque necesitábamos más animales, pero menos agua que inunde el suelo e impida la caza. Nuestras casas son aguantadoras, los señores y sacerdotes nos convocan a ciertas horas y nos pintamos la cara con sangre, plantas y semillas. No nos importa nuestro cuerpo, pero si lo que le colgamos. Queremos ser amados por los dioses y ahora puedo decir por el resto, que no estamos perdonados. Nos han castigado.



––¿A qué se refiere con esto? Y ¿Por qué su cara es tan pálida?



Los espectadores observan la reacción de Erandi quien tiene los ojos amarillos con puntos rojos, las piernas abiertas y la cabeza hacia arriba. Un hombre le avienta una botella de agua y le pega justo en la cabeza. Llegan los guardias y lo matan rápido. La mujer suspira, sus dioses todavía tienen compasión por ella.



Les recordamos a nuestros asistentes que no se permiten agresiones en este programa, si usted quiere liberar violencia puede asistir al programa Castigos sangrientos donde a los reos se les puede hacer lo que deseen. Regresando, seguiremos hablando con nuestra invitada, ¡Comerciales!



––Todos rodearon la mesa de sacrificios, pero yo sabía que los estaba engañando. Yo miré como su amigo lo protegió y lo asesinaron. Cuando dio explicaciones, dijo que un dios en forma de una fuerte corriente de aire había bajado para salvarlo y tuvo que morir el desafortunado. Supuestamente le habían confesado que el paraíso lo necesitaba y era un guerrero por eso no estaba muerto.

Tendría que vivir eternamente, creo que en un punto se creyó sus mentiras.

Por eso nos castigaron, el gran elegido alzó la obsidiana mientras el supuesto “grande” sonreía contemplando el cielo; logró el honor de estar en la divinidad. Su sueño se haría realidad porque aquella piel débil nunca había tenido un don. Se desangró rápido, mientras todos sostuvimos el cuerpo y alzaron su corazón. Como nada se desperdicia, nos lo comimos lentamente, aunque nunca dejó de latir sobre la piedra. Los días siguientes la comunidad parecía estar bien, pero pronto algunos cayeron en cama y enfermaron. No podían comer ni beber sin sacarlo afuera. Los sacerdotes invocaban a los dioses, pero no hubo respuesta.

En la madrugada, mientras dormía y reflexionaba en el cuerpo de mi Flor; una anciana entró jalándose los cabellos mientras decía que tenía que salvarme casi como un ruego. Hizo que me bebiera un brebaje que ella misma había preparado para bajar la agonía. Me dijo que no podía salvarme, mientras caía y se movía extraño como los que eran envenenados. Ella ahora era una injuria. Hombre y mujeres corrían peor que animales, sin pensar, trataban de entrar a nuestra casa. Miré como lo lograban y se alimentaban de los vivos mientras gritaban en agonía y suplicaban. Sus cuerpos se habían transformado y la carne la traían podrida, no estaban vivos ni muertos.



Guarda silencio el traductor



––Por favor, siga­­ ––Anima el conductor.



––Al principio, creí que era un ataque de otra aldea hasta que miré a Flor afuera e inmediatamente fui abrirle. Cuando entró no me habló y empezaba a tener espasmos en los brazos. La abracé para calmarla y protegerla. Cuando sentí el frío de su cuello y por un momento me dio una última mirada de amor. Me sujetó con una fuerza que desconocía y me enterró los dientes hasta que succionó la última gota roja. Por sorpresa no morí ni me convertí igual que ellos, pero tuve que matarla. No soportaba verla sufrir. Viví muchos años oculta en el bosque y me alimenté de cuerpos que estaban a punto de fallecer. Lo sabía por el olor, la anciana casi me había salvado la vida.



Erandi  lo mira directamente a los ojos mientras se chupa los labios, el conductor contiene la respiración todos saben que está en sus último días. Él decidió que su último programa sería inolvidable. Cierra los ojos, listo para el sacrificio. 

Cuento publicado: Antología Zombie II, Editorial Endora Ediciones 


Imagen de: https://www.diariodemexico.com/llega-méxico-la-magna-exposición-“norte-infinito-pueblos-indígenas-en-movimiento”

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