De cómo en una noche cai en un hoyo negro


Todo comenzó cuando me dijeron que tenía el excusado roto, es decir, mi corazón. Sí el corazón que antes era un círculo vicioso se había convertido en las ojeras de mi amante putativa. Cuando me metí de DJ en una cantina horrorosa con un nombre que ni siquiera quiero recordar y, con tres hombres que no dude un segundo en mandar al carajo. Me habían nombrado Presidente de la junta de las locas, unas mujeres intensas que a la primera muestra de cariño habrían sus puertas y  mostraban como estudiantes desesperadas un pedazo de alguna hoja maltratada con cálculos exagerados sobre múltiples galaxias, adentro de espacios invisibles y divisibles que mi conciencia no puede recordar, porque todavía tengo el corazón roto.

Al estar en la pista moviéndome como ola, una de las mujeres se acerco para mostrarme su descubrimiento del hoyo negro, claro, que en ese momento caí en cuenta de que estaba loca, pero no era una locura común de esas que todos tenemos, era una locura sin argumentos, sin embargo, la ocasión ameritaba un poco de eso que llaman dejarse llevar. El problema es que me dejé llevar mucho tiempo y mi vista ya estaba nublada y como ola, me atrapó en un frasco, me llevó a su cuarto y me dijo palabras bonitas, me abrió el pantalón también su boca de loba y me sacó una lengua larguísima y yo temí la peor. Efectivamente, era una espía de una de esas múltiples galaxias, se limitaba a desnudarme para arruinar mi corazón arrojándome en su hoyo negro y por fin logró desaparecerme junto con las miles de noches eternas que este mundo me había ofrecido.
 

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