Pena

El sol inyecta sangre a mis pupilas sedientas,
mis venas piden navajas para alimentar al monstruo que llevo cargando sobre mis hombros,
construidos de espejismos,
eran hombres sin pies,
hombres que creyeron en Neruda.
podría hacerles miles de poemas o besarles las manos hechas de pedazos de carne,
 historias colocadas en cartas de piel.

Hoy les duele y les duele mucho,
llamar y pedir refugio en los ojos de una piraña,
lo mismo les da una gaviota o una mujer con cinco senos rebeldes que escapan por su boca.

El amor es una llama tan profunda que puede revivir a un muerto.

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