Fotografia
En el mar están nuestras sombras esperándonos sin ninguna intención más que la de vernos caminar agarradas de las manos, para que Micaela no se caiga, para que Micaela no se ahogue, para que Micaela pueda crecer.
Estas sonriéndome con esos dientes que no son tuyos, la evidencia de que un día te caíste de un gran edificio y sin querer sobreviviste. No miro tus cicatrices porque las considero un brazo o una pierna, no son ajenas a mí. Micaela, es decir, yo, está intentando encontrar las conchas más vistosas con colores extraños, quiere pegarlas en toda su habitación para iluminarla como su abuelita ilumina la suya.
Abuelita escucha el mar cada vez que se pega el caracol que le dejó su hijo antes de morir de cáncer y yo escucho la promesa de que el recuerdo nos volverá a la vida un tiempo, eso es suficiente para mí. La eternidad es un mito que nos hace callados. Lo malo es que tú no te moriste solo desapareciste y no me dejaste nada. Ahora escucho Rock and roll para incendiar tu casa porque en lo más profundo de mi corazón vives señalándome la infinidad e intimidad del mar y preferiría no saber nada. El Rock and Roll me hará ruido. Desafortunadamente, el mar todavía me persigue, cada vez que salgo más allá de los límites de mi cotidianidad y aunque todos dicen que es la misma fotografía no logro crear el mismo efecto, ni la misma esencia, ni el mismo aroma de tu pelo a Ricitos de oro. Yo tuve muchas fotografías tuyas y las sepulté en aquel panteón de Juan Soldado, no te dije nada cuando regresé a casa y estabas tranquilamente sentada sin saber de mí. Solo tomaste tu chamarra de piel negra y me dijiste que ya era hora de electrocutar todo, de llamar las cosas por su nombre y de ser las desconocidas que siempre fuimos. Te fuiste.
Pasan siglos y el mar nos convoca, la brisa me da tu aliento, miro tu pelo suelto y rizado, toco tu brazo y me voltea a ver una mujer confundida y en eso despierto. No cabe duda nunca regresarás y eso todavía duele.
Los invito a visitar la pagina del artista plástico Francisco Toro donde se pueden apreciar sus obras http://francisco-toro.webnode.mx/
Estas sonriéndome con esos dientes que no son tuyos, la evidencia de que un día te caíste de un gran edificio y sin querer sobreviviste. No miro tus cicatrices porque las considero un brazo o una pierna, no son ajenas a mí. Micaela, es decir, yo, está intentando encontrar las conchas más vistosas con colores extraños, quiere pegarlas en toda su habitación para iluminarla como su abuelita ilumina la suya.
Abuelita escucha el mar cada vez que se pega el caracol que le dejó su hijo antes de morir de cáncer y yo escucho la promesa de que el recuerdo nos volverá a la vida un tiempo, eso es suficiente para mí. La eternidad es un mito que nos hace callados. Lo malo es que tú no te moriste solo desapareciste y no me dejaste nada. Ahora escucho Rock and roll para incendiar tu casa porque en lo más profundo de mi corazón vives señalándome la infinidad e intimidad del mar y preferiría no saber nada. El Rock and Roll me hará ruido. Desafortunadamente, el mar todavía me persigue, cada vez que salgo más allá de los límites de mi cotidianidad y aunque todos dicen que es la misma fotografía no logro crear el mismo efecto, ni la misma esencia, ni el mismo aroma de tu pelo a Ricitos de oro. Yo tuve muchas fotografías tuyas y las sepulté en aquel panteón de Juan Soldado, no te dije nada cuando regresé a casa y estabas tranquilamente sentada sin saber de mí. Solo tomaste tu chamarra de piel negra y me dijiste que ya era hora de electrocutar todo, de llamar las cosas por su nombre y de ser las desconocidas que siempre fuimos. Te fuiste.
Pasan siglos y el mar nos convoca, la brisa me da tu aliento, miro tu pelo suelto y rizado, toco tu brazo y me voltea a ver una mujer confundida y en eso despierto. No cabe duda nunca regresarás y eso todavía duele.
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