Las bestias se retuercen al amanecer
Acaricio
las velas prendidas de zafiro
para
envolver mis ojos en fervor,
miro
trastabillar la máquina residente de mi pecho
membrana
que despide el lecho de unos labios míos,
no
me tienta al tiempo
ni
sus pasatiempos de recuerdo.
Cuando
las luces se prenden
luciérnagas
aparecen sobre los llanos
los
cerros de mi ciudad le llaman Jesucristo.
Los
pies descalzos la buscan sin cesar
desde
la primera soltura de los dientes
hasta
la saliva abandonada,
igual
que el día se va
al
atardecer del sol,
a
cubrir las primeras palabras
pequeños
pozos en la piel.
La
ciudad se envuelve en bestias
comprometidas
con el despertar de las flores,
el
polen envuelve los caminos
te
llevan al centro,
del
corazón en llamas
se
pavonea por los ojos de las lechuzas
aparecen
en el camino,
muestran
sus pestañas a las arañas
picaderos
para los imposibles.
Al
amanecer las bestias se retuercen
a
seguir los planetas sobrevivientes de los viejos
una
luna enaltece,
la
visión del universo
caracol
enrollado,
a
la ilusión de ser un inmortal diamante
la
sombra de las estrellas,
las
de la tierra
los
niños las miran volar.
El
segundero apunta
no
hay forma de despertarse,
mamá
murió sin sus cuerdas de saltar
era
una niña que adoraba la tierra
los
gigantes de la calle
abandonados
al azar
la
abrazaban.
les
aconsejo soñar
el
hombre ya estuvo en Marte.