Reflexión y sobre ENtijuanarte
Escribir es la unica forma que tengo de confesar que soy humana no he podido llorar durante días ni aunque haga un esfuerzo por hacerlo. Quizás no doy para más lagrimas vacías o rencores que no le pertenecen a nadie. Ni siquiera a mí. Mi adolescente ha venido a visitarme y se ha reído de todo, incluso de mi. No le importa caer en el juego de ser un cuerpo vacío a lado mío. Me ha dicho que la comida es superficial, que las cosas y los objetos son innecesarios, que mi pasado no me pertenece... Ni a nadie. Prácticamente me ha obligado a abandonar toda actitud o pose que vaya en mi contra o en contra de mis pensamientos o deseos sin importar que estos complascan o no a los demás porque ella lo ha dicho ya "nos hemos llorado lo suficiente". Y después de toda la turbulencia, de todo el enredo, hemos escupido las palabras a quien le corresponden, por eso ella se ha ido como si nada dejándome a su espera y a su regreso. Fui a varios eventos esta semana y me dedique a observar la infinita nobleza que ofrece la soledad de la que todos se quejan y hablan mal. Era sólo un prejuicio, una pequeña mancha que nadie se atreve aceptar que tarde o temprano estará presente. Ir a ENtijuanarte, observar los puestos, los montajes, los maquillajes, la gente y mi propia recuperación de la memoria sobre lo que he leído y visto del arte, me hizo reflexionar que no había innovación o experimentación respecto al arte en la mayoría de los puestos, sino una recuperación, reiteración y repetición de lo mismo en estos. Es decir, un auge de mercadotecnia máxima donde el principal objetivo era vender y desde lo último que recuerdo es lo propio de las personas, vender una imagen que generalmente no es congruente con la verdad, una imagen que está en las redes y se va apropiando del ser.