Las princesas tampoco soñaron con ser muebles de su casa
Las niñas no sueñan con ser princesas pero tampoco con ser muebles de la casa. Sin embargo, se convierten a veces en simples objetos que son utilizados y que por costumbre olvidan su necesidad de ser. El ser un objeto implica que el hombre o la mujer trate al otro como alguien que llena únicamente su satisfacción y deseos. Esto puede llevar que la relación cruce el limite de la violencia. Es decir, si recuerdas tu infancia sabrás que nunca imaginaste vivir cada día sin poder dormir, estar escondida en medio de la oscuridad, recibir golpees que justificas por ser pequeños, escuchar que eres culpable de todo, ser llamada loca o poco inteligente. En fin, estoy segura que cuando conociste a esa persona no se presento con toda la verdad puesta ni te dijo sus costumbres o manías, ni te dijo que a la larga le gustaba mantener relaciones con otras mujeres mientras tu estabas en casa decorando su face con te quieros.
Pensaste que era inofensivo que revisará tu celular al principio de la relación hasta que comenzó a prohibirte esos pantalones que tanto te gustaban. Generalmente, se presentan como víctimas de sus propias circunstancias, te muestran lo mejor, te abren la puerta del carro, te llenan de detalles y escuchas todo los que has querido.
Cuando es tu primera experiencia tendrás a creer casi todo aunque tu intuición te alerte, piensas: no tiene porque mentir. Allí radica el error si tienen porque mentir e inventar mil historias donde todas tienen supuestamente el final feliz que tanto deseas. Dejas de compartir con tu familia y amigos porque esa situación te roba tu tiempo e incluso cuando estas con ellos no paras de recibir mensajes preguntándote dónde estas.
Caes hasta el punto que tu mismo comienzas a ser posesivo y celoso porque es lo que has vivido los últimos meses. Cuando empiezas a cuestionar porque eres tratado de cierta forma la agresión verbal crece al punto que terminas creyendo que si es verdad todo lo que escuchas.
De pronto, te das cuenta de toda la mierda en la que has caído, en el alcohol que has visto cada fin de semana y en el sadismo que puedes recibir a puerta cerrada. Sabes que es momento de huir y dejar todo atrás. Aunque estas más que enojada, quieres morir y desaparecer del mundo. Comienza una gran depresión ¿Qué debes hacer? Primeramente buscar ayuda profesional porque definitivamente algo está mal en ti y la respuesta es un psicólogo. Avanzar lentamente, pero seguro y decir adiós a todo. La ironía de la vida es que esa persona te pedirá que sigan en contacto e incluso mandará un último mensaje preguntando a dónde vas. La respuesta debe ser concreta: a ninguna parte donde estés tú (por lo menos por un tiempo). Escucharás o leerás comentarios negativos sobre ti y preguntas, pero puedes estar segura de que si no eres feliz has hecho lo correcto, llorarás un tiempo, contarás todo a tus mejores amigos (esto no está mal, es parte de aliviarse), buscarás refugio en casa y pedirás perdón por estar distraído tanto tiempo. Al final lo único que necesitas es a ti mismo o misma y las ganas de vivir. Ninguna mujer u hombre tiene la culpa de la violencia recibida. No hay que ser víctima ni victimario simplemente salir y luchar por tu vida. Esta es una reflexión sobre lo que ocurre en muchos lugares y de mi propia observación.