Lo que no se dice quema al dios interno

Hurgar en el infierno es como buscar una ponzoña apunto de picarte, es intentar mantener el equilibrio en una cuerda que se incendia o colocarse como un puñado de piedras que no permiten la creación de ningún nido. Se dice que en el dolor enseña a caminar, pero solo es una forma de mantener el sadomasoquismo mexicano. Bajo las finas lineas de la felicidad hay algo que distinguir y que es más que un reflejo, infortunadamente nuestro paso por la tierra es más que breve. Una muchacha está con su labio semidesnudo ofreciéndolo a un pick up que no tiene suficiente dinero para pagar una camada en uno de esos moteles donde casi nadie quiere ser descubierto.  

Ella se mira maltratada, con las heridas de su corazón saliendo por sus brazos y quizás con los poros de la felicidad más abiertos que un snob de la comunidad artística impotente. ¿Qué fácil sería otorgarle un abrigo y morir con ella en ese mismo instante que su piel es sólo la llave de otro pozo sin fondo? ¿Qué fácil sería gritarle al mundo que no me creo ninguna de sus mentiras ni ninguno de sus poemas actuales? Donde hablan sobre la discriminación, critican la sociedad o engrandecen la menstruación, pero adentro de sus cuerpos solo existe una membresía estilo club social bitch donde todos se conocen y se aman unos a otros al estilo bebida sexo en la playa. Entonces puedo ver a los leprosos caminando por los pasillos del panteón de Belen mientras echan su carne a mi boca y un mar de sal invade mi corazón. ¿No es la escritura una necesidad en la muerte? Un camino muchas veces hediondo donde todos imparten clases de moral y ética al más fino estilo de Gordillo o un telón de gallinas. ¿Si está máquina que reside en mi pecho está fallando lograré estar en el más crudo invierno cuando todos de alguna forma estén solos con un semáforo en rojo? ¿Cuando la sangre se derrame por las calles y ya no haya voces sino palabras en medio de la guerra? 

Aquí estoy visualizando a los dos muchachosdefinocollar  sentados a mi lado, narrando sus peripecias sexuales al estilo me cago en tu sombra mientras intentó leer un libro, aguardar la pesadez que me representa muchas veces mi generación, pero ellos continúan desde Harvard hasta Stanford, desde mi papi me consigue empresa hasta las veces que lo hicieron con las ex del Tamayo en la calentura total debajo de un whisky en las rocas. Ninguno de los tres tenemos la recóndita idea de dónde estamos, el avión no se siente. ¿Y si me muero joven qué? Otro intento de escritura olvidado. De igual forma esta mujer que con sus ojos de serpiente me anuncia: si escuchas tu nombre y no miras a nadie no contestes, es el diablo. Tres puntos de miedo o ignorancia. Me dice que si quiero o queremos le deje propina y nos deja tres jabones, minishampoo y minitolerancia, no hay nada para ella debajo del árbol de navidad. Así mismo, menciona que nada ocurre en el hotel mientras resignada sacude las sabanas como deseando que alguien más lo haga, como deseando estar fuera de cualquier hotel donde no este descansando o cogiendo (una copa) (un amigo) (un vestido nice) (una visa para EEUU a cumplir el sueño). Despierto, recojo sus pasos y los traigo impregnados en el olor de mi pelo. El día que más hubo tristeza salio humo en cada enredadera de mis ojos que estaban cansados de no ver. Entre el vapor aparecen una a una las tumbas de una época que no me pertenece, que no reconozco y que cada día pierde fuerza entre el olvido y la mercadotecnia como la vez que los niños salían a jugar con la pelota y que con sus risas invadían las calles y a la gente. En fin, pienso que lo que no se dice quema al dios interno aunque no mate la materia.   

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